En lugar de resignarnos a datos desalentadores sobre el
descenso en el consumo de vino, deberíamos hacer un ejercicio de conciencia
para reflexionar sobre lo complicado que, en ocasiones, hemos hecho que sea
descorchar una botella de vino, porque muchos tienden a pensar que el vino es
sólo para sumilleres, expertos o para tratar de impresionar a nuestra pareja o
a nuestros amigos con un puñado de términos que, en la mayoría de los casos, no
usamos con propiedad.
Olvidamos todo lo que el vino tiene de emocional como
alimento y bebida social, dado que está en la inmensa mayoría de los
acontecimientos sociales más importantes de nuestra vida, desde un acuerdo
comercial, una boda o en nuestra primera cita con una pareja especial. No hay
mejor gesto para ofrecernos a los demás que compartir el mejor vino que
tengamos en ese momento en nuestra propia casa.
Para reflexionar sobre lo anterior, os adjunto un enlace de
un anuncio argentino –uno más- sobre vino, que tiene ciertas similitudes al archifamoso
anuncio de Coca-Cola “Para todos” –“Para los gordos. Para los flacos. Para los
altos. Para los bajos,…-. Con la envolvente y sugerente voz que imprimen los
argentinos, podemos ver en “youtube” (http://www.youtube.com/watch?v=a9OTHokt4Uc&sns=tw)
una pieza creativa que nos emociona, porque exprime la esencia de nuestro adorado
líquido: su carácter social y todo lo que tiene de compartir, de vivencias y de
sentimientos. Pero, además de su carácter emocional, tiene bastante de
reivindicativo, porque el propio spot se titula “El vino de todos” y nos hace
ver que esta bebida milenaria es accesible a la inmensa mayoría de la sociedad.
El anuncio comercial es de “Pequeños Bodegueros de Mendoza”
y acaba en 45 segundos con todo tipo de prejuicios y clichés sobre el vino y
nos hace caer en la cuenta de que todos somos un poco culpables de haber
sobrecargado y envuelto de demasiada parafernalia al vino, acabando con todo lo
que tiene de espontáneo.
Desde la propia forma del servicio, donde aparece, por
ejemplo, sin pudor un sifón vaciando parte de su contenido en un vaso común de
refresco mediado de vino; hasta los propios personajes, que son amas de casa,
trabajadores y personas corrientes y no modelos; pasando por los momentos de
consumo, acompañando comida servida en “tuppers”, nos hacen ver la frescura y
la alegría que se propicia en torno al vino.
Ya había visto anuncios argentinos, como los de “Trapiche”, en
la misma línea, haciéndonos ver las ventajas que tiene el consumo del vino en
Tetra Brik. Sólo cabe recordar que en España López Morenas se cayó con todo el
equipo con un spot en el que simulaba el ruido del descorche de una botella,
mientras se servía el brik en una jarra. Claro que no sólo es cuestión de tener
arte o de calar muy hondo en los “insights” emocionales, porque hay matices
culturales que no se deben dejar de lado. En los países denominados
tradicionales o de amplia cultura del vino, aún no estamos preparados para
cierres de rosca-chapa como los ingleses y toleramos a regañadientes los
tapones sintéticos para los vinos de consumo rápido, como sustitutivos del
corcho natural.
Es posible que tengamos que promover el consumo moderado del
vino por el placer en si mismo que nos une a todos los que disfrutamos con este
alimento base de la dieta mediterránea, más allá incluso de que pueda ser
positivo como antioxidante, antienvejecimiento y antiestrés. No se puede decir
muy alto, pero con el coche en el garaje y en nuestra propia casa, ¿por qué no
podemos abandonarnos al placer de tomarnos un fin de semana cuatro o cinco copas
de buen vino? Por el precio que están pagando muchos españoles por las “nuevas
ginebras”, podríamos llevarnos a casa varias botellas de vinos espectaculares
para dormirse al arrullo del Dios Baco y crear un clima especial con nuestra
pareja o con nuestros amigos.
Es posible que tengamos que replantearnos si el vino es un
placer, si es algo ocasional o si podemos disfrutarlo a diario. La crisis
económica, que tan negativa es para todos, ha hecho que determinados vinos, cuya
calidad –algo tan relativo y triste en un país productor como el nuestro- se equiparaba
hace unos años a más de 20 euros, ahora se puedan consumir a poco más de cuatro.
Pero que, es más, que tenemos vinos muy decentes por menos de dos euros para
disfrutar a diario. Y que, además, se tiene que dejar a la gente que disfrute
del vino como lo crea conveniente, que no le venga impuesto, porque algunos que
demonizan sobre el Lambrusco, deberían saber que se venden millones y millones
de botellas de este “vino”. Y es mejor educar e introducir a los futuros
consumidores de vino desde aspectos positivos que con imposiciones de una
cultura que muchos ven como cerrada.
Mientras no tengamos a muchos más Iniestas o Banderas que
pongan de moda al vino o a más cocineros, deportistas , al igual que las
grandes “celebrities” de Estados Unidos han creados sus propios vinos, seguiremos
lamentándonos de una situación que podría cambiar si supiéramos leer entre líneas
el texto del diálogo retórico que da título a esta reflexión.
EL VINO DE TODOS
El vino, ¿de quién es el vino?
-El vino es de los simples, de los llanos, de los que miran
el vaso y dicen: “rico el vinito, ¿no?
El vino no tiene palabras raras, ni misterios. El vino no es
de los complicados, de los difíciles. El vino se abre, se toma, se disfruta y
ya está.
El vino no es de los que saben de vino. El vino es de los
que saben vivir. Y por eso toman vino.
¿El vino?
-El vino es de todos, el vino es de la gente
"La comunicación es nuestro principal objetivo y sin
vosotros no tendría sentido, gracias"
IN VINO VERITAS, LONGAE VITAE!))
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